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Una gran multitud que nadie podía contar (Ap 7,9.14b-17) Una gran multitud que nadie podía contar (Ap 7,9.14b-17) Domingo 4º de Pascua – C. 2ª lectura 9 Después de esto, en la visión, apareció una …Más
Una gran multitud que nadie podía contar (Ap 7,9.14b-17)

Una gran multitud que nadie podía contar (Ap 7,9.14b-17)

Domingo 4º de Pascua – C. 2ª lectura
9 Después de esto, en la visión, apareció una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos con túnicas blancas, y con palmas en las manos.
Entonces uno de los ancianos intervino y me dijo:
—Éstos que están vestidos con túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?
14b —Señor mío, tú lo sabes —le respondí yo.
Y me dijo:
—Éstos son los que vienen de la gran tribulación, los que han lavado sus túnicas y las han blanqueado con la sangre del Cordero. 15 Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que se sienta en el trono habitará en medio de ellos. 16 Ya no pasarán hambre, ni tendrán sed, no les agobiará el sol, ni calor alguno, 17 pues el Cordero, que está en medio del trono, será su pastor, que los conducirá a las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.

Esta visión muestra la situación gloriosa de la que gozan los redimidos por Cristo tras la muerte. «La sangre del Cordero que se ha inmolado por todos ha ejercitado en cada ángulo de la tierra su universal y eficacísima virtud redentora, aportando gracia y salvación a esa “muchedumbre inmensa”. Después de haber pasado por las pruebas y de ser purificados en la sangre de Cristo, ellos —los redimidos— están a salvo en el Reino de Dios y lo alaban y bendicen por los siglos» (Juan Pablo II, Homilía 1-XI-1981).
La finalidad de la revelación de esas escenas consoladoras es fomentar el afán de imitar a estos cristianos, que fueron como nosotros y que ahora se encuentran ya victoriosos en el Cielo. Para lograrlo la Iglesia nos invita a pedir: «Señor, Dios nuestro, que santificaste los comienzos de la Iglesia romana con la sangre abundante de los mártires; concédenos que su valentía en el combate nos infunda el espíritu de fortaleza y la santa alegría de la victoria» (Misal Romano, Santos Protomártires de la Santa Iglesia Romana, Oración colecta).