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VIACRUCIS de Gerardo Diego parte 1_2

VIACRUCIS: OFRENDA
(Vecellio Ticiano y Gerardo Diego)


La presentación con que Gerardo Diego abre la serie de poemas del vía-crucis, es una oración a la Dolorosa. Se suceden las frases breves, firmes, con que, desde la compasión, interpela a María en amoroso acompañamiento, en forma de ruegos imperativos: «Dame tu mano», «Clávame tus espadas», «Déjame», «Permite»... La técnica cambiante de afectos encontrados que se agolpan, rompe el presente de la proximidad para recuperar, en desordenado recuento de escenas familiares, los momentos históricos en que la Madre gozaba de su presencia viva: el niño dormido en su cuna, el gozo de verlo nacido en Belén, la llamarada de Gabriel anunciante de la Encarnación...
La vuelta al presente es indicativa de la presencia del Hijo que pasa ya ante Ella, engarzando con una plegaria final, llena de invocaciones, a manera de ofrenda de las dolorosas jornadas que vienen a continuación. [Fr. Ángel Martín, o.f.m.]


Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas.
Clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí en mi torpe mejilla
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
- No, mi Niño. No, no hay quien
de mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna
entre las pajas de miel
le acariciaban la piel
sin despertarle. Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel.

¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel
desde el marco del dintel
te saludó: -Ave, María?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa.
A ti, ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María.

www.franciscanos.org/oracion/viacrucis01.html

PRIMERA ESTACIÓN

Jesús sentenciado a muerte.
No bastan sudor, desvelo,
cáliz, corona, flagelo,
todo un pueblo a escarnecerte.
Condenan tu cuerpo inerte,
manso Jesús de mi olvido,
a que, abierto y exprimido,
derrame toda su esencia.
Y a tan cobarde sentencia
prestas en silencio oído.

Y soy yo mismo quien dicto
esa sentencia villana.
De mis propios labios mana
ese negro veredicto.
Yo me declaro convicto.
Yo te negué con Simón.
Te vendí y te hice traición,
con Pilatos y con Judas.
Y aún mis culpas desanudas
y me brindas el perdón.

SEGUNDA ESTACIÓN

Jerusalén arde en fiestas.
Qué tremenda diversión
ver al Justo de Sión
cargar con la cruz a cuestas.
Sus espaldas curva, prestas
a tan sobrehumano exceso
y, olvidándose del peso
que sobre su hombro gravita,
con caridad infinita
imprime en la cruz un beso.

Tú el suplicio y yo el regalo.
Yo la gloria y Tú la afrenta
abrazado a la violenta
carga de una cruz de palo.
Y así, sin un intervalo,
sin una pausa siquiera,
tal vivo mi vida entera
que por mí te has alistado
voluntario abanderado
de esa maciza bandera.

TERCERA ESTACIÓN

A tan bárbara congoja
y pesadumbre declinas,
y tus rodillas divinas
se hincan en la tierra roja.
Ya no hay nadie que te acoja.
En vano un auxilio imploras.
Vibra en ráfagas sonoras
el látigo del blasfemo.
Y en un esfuerzo supremo
lentamente te incorporas.

Como el cordero que viera
Juan, el dulce evangelista,
así estás ante mi vista
tendido con tu bandera.
Tu mansedumbre a una fiera
venciera y humillaría.
Ya el Cordero se ofrecía
por el mundo y sus pecados.
Con mis pies atropellados
como a un estorbo le hería.

CUARTA ESTACIÓN

Se ha abierto paso en las filas
una doliente Mujer.
Tu Madre te quiere ver
retratado en sus pupilas.
Lento, tu mirar destilas
y le hablas y la consuelas.
¡Cómo se rasgan las telas
de ese doble corazón!.
Quién medirá la pasión
de esas dos almas gemelas!

¿Cuándo en el mundo se ha visto
tal escena de agonía?.
Cristo llora por María.
María llora por Cristo.
¿Y yo, firme, lo resisto?.
¿Mi alma ha de quedar ajena?.
Nazareno, Nazarena,
dadme, siquiera, un poco
de esa doble pena loca,
que quiero penar mi pena.

QUINTA ESTACIÓN

Ya no es posible que siga
Jesús el arduo sendero.
Le rinde el plúmbeo madero.
Le acongoja la fatiga.
Mas la muchedumbre obliga
a que prosiga el cortejo.
Dure hasta el fin del festejo.
Y la muerte se detiene
ante Simón de Cirene,
que acude tardo y perplejo.

Pudiendo, Jesús, morir,
¿por qué apoyo solicitas?.
Sin duda es que necesitas
vivir aún para sufrir.
Yo también quise vivir,
vivir siempre, vivir fuerte.
Y grité: - Aléjate, muerte.
Ven Tú, Jesús cireneo.
Ayúdame, que en Ti creo
y aún es tiempo de ofenderte.

SEXTA ESTACIÓN

Fluye sangre de tus sienes
hasta cegarte los ojos.
Cubierto de hilillos rojos
el morado rostro tienes.
Y al contemplar cómo vienes,
una mujer se atraviesa,
te enjuga el rostro y te besa.
La llamaban la Verónica.
Y exacta tu faz agónica
en el lienzo queda impresa.

Si a imagen y semejanza
tuya, Señor, nos hiciste,
de tu imagen me reviste
firme a olvido y a mudanza.
Será mayor mi confianza
si en mi alma dejas la huella
de tu boca que nos sella
blancas promesas de paz,
de tu dolorida faz,
de tu mirada de estrella.

Gerardo Diego


www.emma-arvo.net/poesias_otr_diego_1.htm
Lucia Cristina Ochoa Torres
Como puedo tener acceso a la segunda parte del vía crucis
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VIACRUCIS DE GERARDO DIEGO.
El camino de Jesús todo un reto para el cristianismo de hoy.Más
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El camino de Jesús todo un reto para el cristianismo de hoy.