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Miklós Rózsa, Concierto para violín y orquesta op. 24 MICLOS ROZSA concierto para violin y orquesta op 24 (1956) 1 alegro non tropo ma pasionatto 2 lento cantabile 3 alegro vivace Miklos Rozsa El …Más
Miklós Rózsa, Concierto para violín y orquesta op. 24

MICLOS ROZSA
concierto para violin y orquesta op 24 (1956)
1 alegro non tropo ma pasionatto
2 lento cantabile
3 alegro vivace

Miklos Rozsa
El sonido romántico que llegó de Hungría
Fue niño prodigio. A los 5 años empezó a estudiar violín, y poco después siguió con la viola y el piano. Se cuenta que cuando tenía 8 años tocó por primera vez en público, disfrazado de Mozart, y dirigió una orquesta infantil que interpretó La sinfonía de los juguetes. Los veranos los pasaba en el campo, en la finca de sus padres, y allí comenzó a amar la música folklórica húngara que tanto influyó en su obra, como en la de sus admirados Kodály y Bartók. Muchos años después reconoció que incluso una noche tocó una serenata con su violín, acompañado de un grupo de gitanos, bajo la ventana de la belleza del lugar.
Este 18 de abril hubiera cumplido 100 años. Miklós Rózsa –que perdió las tildes al nacionalizarse estadounidense y americanizar su nombre- nació en 1907 en Budapest, en el seno de una familia acomodada que introdujo en él la pasión por la música. Tras sus primeros años de estudio en Hungría, marchó a Alemania y se matriculó en el Conservatorio de Leipzig.
Sus primeras obras de concierto, en especial Hungarian Serenade y Tema, Variaciones y Finale Op.13, estrenadas en los primeros años treinta, llamaron la atención de críticos y músicos, pero fue su amistad con otro gran compositor, Arthur Honegger, lo que acabaría conduciéndolo al mundo de la música de cine. En un concierto con obras de ambos en París, Honegger le explicó que había escrito la partitura para una película, Los miserables(1934), dirigida por Raymond Bernard, un trabajo que impresionó al joven Rozsa cuando lo vio en la pantalla.
En Londres conoció a un compatriota, el productor Alexander Korda, para quien compuso un buen puñado de bandas sonoras en los años treinta y principios de los cuarenta, comenzando con La condesa Alexandra (1937), que interpretó Marlene Dietrich.
Su obra más aclamada de aquellos años es El ladrón de Bagdad (1940), una cinta que marcó el rumbo de su vida. Mientras se rodaba estalló la Segunda Guerra Mundial. Todo el equipo, Korda y compañía incluidos, marchó a Estados Unidos para finalizarla en Hollywood, y fue allí donde Rozsa vivió el resto de su larga vida.
Sus trabajos para la compañía de Korda, con El ladrón de Bagdad y El libro de la selva (1942) a la cabeza –que fue la primera grabación de una banda sonora con fines comerciales en Estados Unidos-, marcan lo que se ha dado en llamar su "período oriental". Pero en aquellos años cuarenta sus trabajos más destacados, con un uso de la música profundamente introspectivo, fueron para el cine negro.Rozsa opinaba que el idioma musical de Hollywood por entonces era "conservador y postizo", una mezcla adulterada de "Rachmaninov y Broadway". "En Perdición(1944) –explicaba- introduje ciertas asperezas de ritmo y armonía que causaron consternación en ciertos ambientes musicales de Hollywood". El director musical de la Paramount no soportaba aquella partitura. En su opinión, el lugar para aquellas excentricidades era el Carnegie Hall, no un estudio cinematográfico.Rozsa se negó a cambiar una sola nota. De hecho, pocos compositores de cine de aquella época podían permitirse esa clase de desafíos, pero resultó que la dura música creada por Rozsa para la célebre cinta de Billy Wilder encajaba a la perfección con la psicología de los personajes.
Otra de sus innovaciones fue utilizar un instrumento electrónico, el theremin en los momentos en que el protagonista masculino de Recuerda (1945), Gregory Peck, tenía sus ataques de amnesia. La banda sonora, una de las favoritas de Rozsa, no le gustó nada al director del filme, Alfred Hitchcock. Según el compositor, desde entonces nunca más lo volvió a ver.
Recuerda supuso para Rozsa el primero de sus tres Oscar, de un total de 17 nominaciones. Dos años más tarde consiguió otro por Doble vida (1947), deGeorge Cukor, y el tercero fue por Ben-Hur (1959), de William Wyler.
A finales de los cuarenta era un artista totalmente consolidado en la Meca del Cine. En 1948 entró en plantilla de la Metro-Goldwyn Mayer, para la que escribió un conjunto de grandes epopeyas históricas y bíblicas, grandilocuentes piezas que de algún modo han quedado asociadas para siempre a su estilo musical. La primera de ellas fue Quo Vadis (1951), una película que le permitió viajar y enamorarse de Italia. A partir de entonces, junto a su esposa y sus dos hijos, raro fue el verano que no pasaba en Santa Margherita Ligure. Tras Quo Vadis llegaronIvanhoe (1952), Julio César (1953), Ben-Hur (1959), Rey de reyes (1961) o El Cid (1961). Siempre trataba de documentarse en la música de cada época. Por ejemplo, en el caso de El Cid (1961), viajó a España y consultó con el historiadorRamón Menéndez Pidal, quien le mostró las Cantigas de Santa María, recopiladas por Alfonso X el Sabio, que le sirvieron de base para su banda sonora.
A pesar de su dedicación al cine, nunca dejó de lado sus obras de "música seria". Convirtió la música de Recuerda en el Spellbound Concerto para piano y orquesta. A la inversa, su elegante Concierto de violín, Op. 24, acabó formando parte, casi dos décadas después, de La vida secreta de Sherlock Holmes (1970). De hecho, su director, Billy Wilder, declaró que la música de Rozsa fue la inspiración para idear el argumento de aquella película.
Un accidente cerebrovascular en 1982 fue la causa de que abandonara la música de cine. Aunque siguió componiendo piezas de concierto, su actividad fue disminuyendo paulatinamente y se recluyó en su casa de Hollywood, donde falleció el 27 de julio de 1995 a los 88 años.
Su legado musical ha ido trascendiendo más y más con el paso de los años y nuevas generaciones de amantes de la música pueden hoy día descubrir las creaciones de aquel gran maestro del lirismo que se destacó, sobre todo, por la elegancia y sofisticación de sus melodías.